Adriana Lauria "Juego de Damas" 1995


“Juego de Damas”
Adriana Lauria
Catálogo exposición colectiva; junio 1995


En 1989 Adriana Miranda exhibió fotografías de su cuerpo a que mostró desde una postura rebelde. Primeros planos de velludas piernas y axilas proponían, desde una estética punk, la posibilidad de una sensualidad y un erotismo diferente que excluía los estereotipos de un cuerpo ideal de mujer conseguido a través de una cosmética muchas veces torturante, impuesta desde la sociedad y patrocinada por los medios de comunicación.

Las fotografías que siguieron a estas remiten a su formación cinematográfica. Cada toma parece el cuadro de un film. Tienen el dinamismo de una acción captada espontáneamente pero las escenas están cuidadosamente preparadas y dan pie para la fabulación de una historia.

Posteriormente su intención ha sido la de desvirtuar géneros. Recorriendo hipódromos, zoológicos, circos y campos del país, así como también reservas del África, retrata desde mascotas hasta animales salvajes, indagando la naturaleza de cada individuo, su sicología, tratamiento aparentemente reservado a los seres humanos.

Al procesar en laboratorio la imagen de una elefanta con su cría le otorga la apariencia antigua de una fotografía de álbum familiar. Al mismo tiempo la verdadera foto familiar ha sido abordada como naturaleza muerta. Una jarra con flores algo marchitas distorsiona el rostro de la artista que junto a su madre sonríe desde un portarretratos.

Disponiendo lo que en fotografía publicitaria se llama “mesa de productos”, Miranda reúne varios pares de zapatos abotinados que por su diferencia de tamaño pertenecen a un hombre y a una mujer. Su disposición desaliñada y la carga existencial que les confiere el uso remite a la prenda abandonada en la intimidad de una cotidianeidad compartida. Colocados en un fondo luminoso en el que parecen flotar se transforman en símbolo del amor de pareja en el que no está excluida la finisecular ambigüedad sexual.

Otras veces el comentario sobre el amor es irónico. Una obra muestra unos muñequitos de bodas en medio del agua, planteando el descrédito de la institución matrimonial que aquí parece naufragar.

Miranda utiliza la fotografía como medio de reflexión e introduce siempre en sus imágenes algún elemento de desvió de la realidad captada por la cámara, abriendo de ese modo el espectro de significados.  

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